jueves, 28 de febrero de 2008

A Brand New World

Un himno obligatorio de los mallorquines Sexy Sadie, que desafortunadamente nos dejaron hace un par de años. La música "indie" española se quedó huérfana. Otro gran tema de rupturas con el mundo, en el que se cambia la autopista por bosque y silencio. Ineludible, "Un Mundo Nuevo".



boomp3.com



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miércoles, 27 de febrero de 2008

Sónica



Aquella fiesta en Alburquerque había superado las mejores previsiones. El piso había estado a reventar durante cuatro horas, y el nivel femenino rozaba el sobresaliente. El masculino, se quedó en el suficiente resultón de siempre. Burrul estaba crecido. Quizás aquel Brugal-Cola le había envalentonado, pero consiguió acercarse hasta Sónica, una de las chicas más rumbosas de la fiesta, y hacer contacto. Estuvieron hablando durante toda la noche. Ella parecía pasarlo bien a su lado, y él se esforzaba en mantener la conversación dentro de los registros de "inteligente" y "graciosa", con demarrajes constantes hacia esta última. Lo pasaron bien.

Cuando terminó la fiesta, ella se fue a casa. Para el resto continuó la noche con el clásico y laureado combo Alburquerque/Warhol. Burrul no aguantó mucho más, se tomó cuatro o cinco copas y se recogió con la firme convicción de que había sembrado para un futuro mejor. Sólo quedaba regar y recoger los frutos. Burrul regaba bien, pero como a la mayoría, se le atragantaba la recolección. Una vez en casa, ya en la cama, se revolvió inquieto: ¡No tenía el número de Sónica! ¡Tampoco tenía su email! No pudo dormir en toda la noche.

Al día siguiente, nada más levantarse, Burrul no tuvo reparos en decirle a Alex, que le pidiera a Carla el mail de su amiga Sónica. Tuvo que esperar hasta el final del día para obtener su tesoro. La dirección de mail era correcta aunque Sónica no estaba enterada de aquel mercadeo indirecto. Nuestro héroe decidió pasar a la acción aquella misma noche. No había tiempo que perder, por lo que redactó un mensaje gracioso y elegante, con encanto, y lo mandó.

No volvimos a ver a Sónica, que nunca contestó. Sin embargo al igual que Burrul, todos tenemos la firme convicción de que aún dos años después de aquéllo, tiene el correo estropeado.





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Nieve y mate

Aquella Semana Santa no se presentaba demasiado prometedora en el Colegio Mayor, y Paulino y yo decidimos hacer “snowboard” en Sierra Nevada. Ninguno de los dos éramos aficionados a los deportes de invierno, aunque ambos habíamos coqueteado tímidamente con el esquí. Unos colegiales nos prestaron las tablas, y para el alojamiento, la tía de Paulino se ofreció a darnos cobijo en su casa, en un pueblo cercano a Granada. El viaje al menos se antojaba económico.

Cuando llegamos a la estación no quedaba demasiada nieve. La Semana Santa había caído relativamente tarde, y los cañones de nieve alimentaban artificialmente los últimos coletazos del invierno serrano. A nosotros, auténticos principiantes, nos sobraba.

Hicimos unas primeras tomas de contacto con la nieve y el resultado fue desesperanzador. Las caídas infinitas y el consecuente e insoportable dolor en rabadilla, brazos y muñecas nos hicieron meditar la opción de contratar un profesor para que nos diera al menos unas nociones básicas de estabilidad. Ante el penoso espectáculo, se nos acercó un argentino ofreciéndonos sus servicios. Era un tipo moreno, con media barba y ojos azules penetrantes; realmente atractivo. No pudimos negarnos ante tal magnetismo.

Decidimos dar una clase de una hora con el argentino que no tardó en darse cuenta de la torpeza innata que atesorábamos. Es probable que no nos mantuviéramos sobre la tabla más de tres minutos seguidos; sin embargo, aún a pesar de que éramos incapaces de seguir la mayoría de sus instrucciones, sí que éramos conscientes entre caída y caída de cómo daba clases simultáneas y gratuitas a todas las mozas de buen ver que pululaban por los alrededores. Le recuerdo con especial rencor en una imagen a lo lejos en la que sujetaba por la cintura a una veinteañera con abrigo amarillo mientras yo caía por un interminable abismo dando vueltas envuelto una bola de nieve. Cuando quisimos despedirle por estafador, la clase ya había terminado; nos dijo adiós y empezó una lección distinta con su nueva alumna, la chica del abrigo amarillo.

En Corea, bastantes años después, he vuelto a subir a una tabla de snow. Unos amigos coreanos nos llevaron hace una semana a una pequeña estación cercana a Seúl, y la experiencia, aunque resultó también dolorosa, fue bastante más grata que la granadina. Contra todo pronóstico me desenvolví con gracilidad y estilo en las pistas, aunque he de reconocer que para ponerme en pie necesité siempre de un equipo de grúas. En algún momento, mientras me deslizaba en solitario por las pendientes asiáticas, temí encontrarme con aquel argentino de nuevo. Esta vez estaba preparado, mi método de “snowboarding” autodidacta me había conducido al éxito y me hacía sentirme fuerte. Esta vez sabría decir “No” a su descarada y argentina propuesta.




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lunes, 18 de febrero de 2008

Yo no leo "best-sellers" (por alusiones)

Yo no leo “best-sellers”. Últimamente no leo demasiado, lo confieso, pero también confieso, padre, que los he leído alguna vez, y es alguna de estas tristes lecturas la me habilita para opinar sobre este creciente fenómeno de venta en tiendas VIPS y papelerías.

He de reconocer que mi vida no ha cambiado demasiado desde que tomé el camino de no volver a leer estos libros. No me siento especial por ello, y no puedo mirar con condescendencia y lástima a aquellos que se encuentran subyugados por el aborregamiento literario, porque yo también lo estoy. No puedo salvarles, porque no soy quién para hacerlo, y porque yo también he sucumbido a la tiranía de la generalidad y las mayorías. No intento reafirmar mi minúscula personalidad separándome del rebaño. Tampoco se trata de practicar esnobismo de salón, pero yo no leo "best sellers".

Si bien el propio palabro “best-seller” no llega a significar nada más que “super ventas”, lo cierto es que al menos en mi caso, la urticaria no se produce en función del número de ejemplares vendidos. No se trata de una reacción alérgica contra el gusto popular; me considero tan mediocre como la mayoría. El hecho de que el Señor Ruiz Zafón haya vendido más de nueve millones de copias de su novela no implica que su libro sea precisamente malo, probablemente todo lo contrario. Grandes obras literarias como “El Libro Guiness de los Record” (más de cien millones de copias) o el entrañable “Código Da Vinci” (más de setenta millones de copias) lo atestiguan. La indudable calidad del periódico deportivo “Marca”, diario más vendido en España, o las notables cuotas de pantalla de los programas del corazón contribuyen a alimentar la teoría del rebaño refinado.

Demagogias aparte, déjeme el lector que ponga al menos en entredicho la calidad literaria de estos –algunos, muchos- superventas, que no obedecen más que a los ingredientes del taquillazo; al mismo cóctel de siempre de intereses creados. Si bien caer en la generalización resulta advenedizo, al menos a algunos precavidos lectores nos sirve como mecanismo de defensa ante la mayoría de bazofias con las que nos emponzoñan desde las editoriales. Páginas y páginas de laboratorio creadas con la única finalidad de vender, con una receta idéntica replicada hasta la saciedad. Y es que el "best-seller" nace, no se hace; no nos dejemos engañar por el número de copias vendidas, porque desde el momento en el que el producto es diseñado desde algún tenebroso salón editorial, mucho antes de que sea escrita la primera letra, se conoce de una manera muy aproximada el comportamiento que tendrán las ventas del nuevo panfleto. Desconozco el papel del autor en este negocio, aunque probablemente se trate de la persona que estaba en el lugar apropiado en el momento adecuado. Un elegido ¿Seguro?

Soy un misógino del "best-seller" pero también reconozco sus aspectos positivos como lo es su función lúdica básica. Al igual que los taquillazos de hollywood, el best seller se comporta de manera similar. ¿Quieres pasar un buen rato? Una película de acción truculenta en un futuro post-nuclear sombrío puede ser una buena opción. ¿Un librito fácil y ameno? Un secreto masónico-templario contemporáneo podría hacerte pasar buenas horas de entretenimiento. Sin pretensiones. Recuerdo sin demasiado anhelo aquellos libros de Stephen King que me mantenían enganchado durante semanas, o incluso el mítico "Ocho" de la Neville que devoré en un fin de semana en el que no hice nada más que leer. Recuerdo también como coqueteé con la masonería y los ritos satánicos de Pérez Reverte en su "Club Dumas". Con "Los Pilares de la tierra" dije basta. Consideré la lectura desde entonces como una inversión.

No leo best sellers; gracias. Ya los he leído todos; los que se han escrito y los que están por escribir.






domingo, 17 de febrero de 2008

Best-Sellers (www.peroqbromaesesta.blogspot.com)

Inauguro mi sección de préstamos no aurorizados con un interesante posteo sobre el fenómeno de los best sellers de uno de mis blogs amigos (http://peroqbromaesesta.blogspot.com/). Muy recomendable su lectura y seguimiento

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Hay mucha gente que no lee best-sellers. "Yo no leo best-sellers, soy así de guay, ya ves." (la segunda parte de la oración está implícita). Y entonces recapacitan un minuto en silencio sobre la profundidad de su pensamiento e, inmediatamente después, te miran, expectante, a ver si por fin te decides a hablar de cosas interesantes de verdad.

En realidad ellos pretenden decir que no leen libros comerciales, no se dejan llevar bovinamente por los senderos de la mediocridad cultural. Olvidan muchas veces que, best-seller, independientemente de las connotaciones que tenga ahora la palabra (las palabras?), no significa más que super ventas. Y que algo le guste a mucha gente no tiene que significar, necesariamente, que ese algo sea malo. De hecho, de acuerdo con mi concepción de la literatura, y del arte en general, cuando uno hace algo, pretende que ese algo guste. Corrijo: cuando alguien hace algo y lo expone al público, espera que ese algo guste. Y, por supuesto, si alguien pretende vender algo, tiene que asegurarse de que ese algo va a gustar.

El decir "yo no leo best-seller" puede ser una afirmación meramente objetiva, resultado necesario de que uno tenga unos gustos literarios un poquito excéntricos, y no le gusten los libros que le gustan a la mayoría. Lo cual es absolutamente respetable. Pero decir "yo no leo best-seller" puede también denotar un cierto desprecio por la mayoría, así, como ente abstracto y democrático. Y, el desprecio hacia la mayoría va en contra de todos mis firmes principios constitucionales, inculcados desde mi más tierna infancia, porque yo nací ya en un Estado Democrático y de Derecho, y no tengo que dedicar energías a desvelarme en una inacabable disputa ideológica, mezclada con retazos de memoria histórica, algo corrupta, en mi opinión, aunque eso es otro tema.

Suponer que la mayoría se equivoca siempre, da razón de una falta de confianza en el ser humano que a los humanistas se nos hace intolerable, y es tan peligroso como decir que la mayoría siempre tiene la razón. Generalmente, una reflexión del tipo de la primera se encuadra en esa línea de pensamiento, tan común hoy en día, que opina que caminamos irremediablemente hacia el apocalipsis, por el camino de la decadencia cultural.

Sin embargo, la mayoría no es más que un grupo de personas, más amplio que la minoría, que está de acuerdo en algo. Ya sea en votar a un determinado partido político, ya sea en lanzarse a las calles, y comprarse todos La Sombra del Viento (genial libro, por cierto, y best-seller). No existe ningún ser, ningún ente superior, nadie que, de forma determinista, dirija los designios de nuestra voluntad, y nos diga que tenemos que pensar o leer. Por supuesto que hay elementos externos que intentan convencernos de cosas, pero están en su derecho, maldita sea. Si no fuera así no tendríamos ocasión de reafirmar, casi diariamente, nuestra autonomía de la voluntad.

No existe, por tanto, ese enemigo contra el que se revuelven los no lectores de best-sellers. No hay otra razón para despreciar todos los libros super ventas que el querer diferenciarse de la mayoría. Si uno dice que no lee best-sellers nunca, no está diciendo que opine que la calidad técnica de esos libros (que, por cierto, ¿qué coño es eso exactamente?) no satisface sus expectativas. Es que, directamente, no sabe, ni quiere saber, qué calidad técnica tienen. No los lee porque presume que casi todo el mundo los ha leído, y entonces ya no podría deslumbrar en los aquelarres pseudointelectuales, citando libros descatalogados, comprados en librerías de viejo.

Por eso, la mejor razón para empapuzarse un best-seller que podría darle a un "best-sellers-no", es que se documente, para luego poder cagarse en todo con verdadero conocimiento de causa, que siempre queda mucho más elegante.

Y ahora, que todos los que no hayan leído La Sombra del Viento se levanten al unísono y se acerquen a la librería más cercana a adquirir un ejemplar. Es un mensaje de ese ser opresor que controla nuestros destinos, nos aliena y nos despersonaliza. No intentéis resistiros, no serviría de nada.

Creo que la edición de bolsillo está ahora por los 12 euros. Ventajas de los best-sellers.



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domingo, 10 de febrero de 2008

La Barraca

"El monolito levantado en honor del ex alcalde de Fago, Miguel Grima, ha sido profanado. En la placa donde se podía leer “vilmente asesinado”, un desconocido lo ha tachado y ha escrito “ajusticiado”. La Guardia Civil ha encontrado además una carta manuscrita que justifica el crimen y en la que se vierten amenazas contra la víctima" Diario de Aragón 29/1/2008


Ni la muerte del pequeño albaet pudo aplacar los odios y el rencor de los vecinos hacia Batiste, que con gran esfuerzo había logrado sacar adelante la pequeña y yerma tierra del tío Barret. En su derrota, Batiste volvió la vista atrás, y miró por vez última la barraca, que a lo lejos era devorada por las llamas. Con los ojos envueltos en lágrimas por la rabia, recordó las palabras del Tío Tomba cuando llegó por vez primera a aquella vega: “Creume, fill meu, estas tierras: ¡te portarán desgrasia!”. La huerta era cruel y salvaje entonces. Hoy lo sigue siendo.








Namdaemun

La puerta de Namdaemun, considerada como el tesoro nacional coreano, ardió ayer por la noche quedando reducida a cenizas. La impresionante construcción de madera y piedra era una de las edificaciones más antiguas que se conservaban en el país, con más de seiscientos años de antigüedad. Namdaemun era uno de los pocos símbolos patrios que habían sobrevivido a las guerras, invasiones y expolios en Corea del Sur. Si en el país había pocos monumentos que ver, ahora ya hay uno menos. Triste.