lunes, 30 de junio de 2008

Victoria (a la española)

Desde Corea del Sur también fuimos testigos del gran regalo con el que nos obsequió nuestra selección tras décadas de continuos desencantos. Es probable que no seamos aún conscientes de que algo así no lo volveremos a repetir hasta probablemente dentro de muchos años, pero aún así, gozamos en el exilio como el resto de españoles.

Esta Eurocopa 2008 nos ha quitado muchas horas de sueño, con partidos a horas diabólicas (la mayoría a las 3:45 am), pero ha merecido la pena. Recordaré siempre todos los encuentros de una manera especial, por haberlos vivido tan lejos de casa. CAMPEOOOOOOOONES!!!

En ocasiones echo mucho de menos España...

domingo, 29 de junio de 2008

¡Preparados, listos, ya! (Shibuya, Tokyo)


Efectivamente, este post sobre el famoso cruce de Shibuya en Tokyo no destaca por su originalidad y está replicado hasta la saciedad en cualquier blog de expatriado o viajante internacional que se haya dejado caer por Tokyo. Como es mi blog y escribo lo que quiero, me da igual.

El cruce de Shibuya es el cruce por autonomasia. Por él pasan diariamente más de un millón de personas (...) Bla bla blá. No puedo seguir, soy incapaz de aportar algo novedoso al respecto. Os mirais las fotos. Si quereis saber más, ya sabéis: wikipedia. Sólo os digo que yo estuve allí y me gustó.



viernes, 27 de junio de 2008

Mi gran boda coreana

Tuve el honor el fin de semana pasado de ser invitado por una amiga a un enlace surcoreano. He de reconocer que en un principio la idea no me sedujo demasiado debido a mi carácter introvertido y apático; sin embargo tras un inicial "no gracias", consideré que el experimento social podía tener su gracia, por lo que finalmente decidí asistir al evento.

Según FUCI (Federación de Usuarios y Consumidores Independientes), en nuestra ibérica patria, trajes, fotógrafos, banquete, luna de miel, flores etc. acaban costándonos una media de unos 22000 euros. Como sólo esperamos casarnos una vez en la vida, estamos dispuestos a pagar el precio convenido. El español medio lo gana, y si no se endeuda. Sin embargo, detrás de todo este tinglado, hay gente que se está haciendo realmente de oro, y es que no hay nada más gratificante que forrarse haciendo feliz a la gente.

Al igual que en España, las bodas en Corea son un gran negocio capaz de mover fuertes sumas de dinero. No obstante, existen ciertas diferencias que son especialmente curiosas. Desde el punto de vista económico, una empresa española que ofrece servicios de boda integrales puede facturar importantísimas cantidades, pero lo hará apoyándose fundamentalmente en la variable precio, por lo que con unas pocas bodas al año podrá obtener suculentos beneficios. En Corea es diferente: el que mas casa, más gana.

Llegábamos tarde. Cuando llegué resollando a aquel edificio denominado "Wedding Convention Center" quedé sorprendido por el especial tratamiento dado a las nupcias. Se trataba de un edificio de 4 plantas (temático!) dedicado exclusivamente a la celebración de espectáculos matrimoniales. En el hall, un cartel reflejaba las 16 bodas, 16, que iban a celebrarse aquella mañana. Marta Pérez y Rodrigo Saldaña planta 4ª sala 3, Victoria Solís y Teodoro Maeso 1ª planta, sala 1, y así una multitud de nombres coreanos que en breve iban a convertirse (para siempre) en marido y mujer.

Cuando conseguimos dar con nuestra boda (4ª planta sala 2, para más señas) el enlace estaba a punto de terminar. Nos encontrábamos en una especie de capilla hortera con un pasillo de flores en el centro, que imitaba a la catedral de Lyon. Permanecí agazapado en un banco al final, mientras mi amiga se hacía las fotos con los novios y amigos. El traje del novio no tenía desperdicio, como podrán observar en las fotos, por lo demás, todo muy normal.

Cuando terminaron los fogonazos de los fotógrafos, llegó la hora del banquete. Tenía hambre, y esperaba darme una opipara comilona. Subimos hasta el tercer piso, donde estaba el restaurante, que ya estaba abarrotado. Mientras por megafonía una mujer chillaba, observé el panorama. Se trataba de una especie de comedor escolar con mesas alargadas y manteles de papel que alcanzaba hasta donde se perdía la vista. Al fondo, un buffet de deliciosos y asiáticos manjares, en el que multitud de coreanos se agolpaban plato en ristre haciendo cola. Cuando a lo lejos, un nutrido grupo de personas se levantó de la mesa para irse, a rastras, cogido de la mano, seguí a mi amiga para apoderarnos de aquellos preciados sitios. Nos sentamos en una especie de sillas forradas con un traje de tela, llenas de lamparones de grasa y restos de comida, mientras unos atentos camareros nos quitaban las sobras de la mesa de los anteriores comensales. El mantel de papel, otrora opaco y ahora trasparente, recogía la historia de una celebración anterior en lo que podía haber sido cualquier chiringuito de playa andaluz. No hacía falta cambiarlo.

Llevábamos un tiempo prudencial comiendo cuando de nuevo gritó la señora de la megafonía. Mi amiga me tradujo que nuestra boda (la de Fuencisla y Carlos) tocaba a su fin, y que debíamos abandonar el salón de comidas para dejar paso a los nuevos comensales. Apresuradamente, espoleados por los camareros, y todavía con un lichi en el gaznate, tuvimos que dejar el restaurante.

Tras el ágape, la posterior ceremonia por el rito tradicional coreano y la sesión de fotos de los novios con el traje típico coreano (hanbok) me gustaron mucho. Dos horas de boda. He de reconocer que la experiencia de la boda coreanac fue de lo más singular y superó mis expectativas con creces. Jamás pude imaginarme que pudiesen aplicarse métodos industriales al casamiento de personas. ¡Siguientes!