"Una mujer de 35 años ha estado encajada en el inodoro de la casa de su novio, en Ness City (Kansas, Estados Unidos), durante unos dos años. Según informa el periódico local The Hutchinson News, el novio llamó a la oficina del alguacil, el pasado febrero, para informar de que a su novia- la cual no ha sido identificada- le pasaba algo raro. Al llegar al domicilio, la Policía encontró a la mujer sentada en el inodoro, con los músculos atrofiados de no moverse y pegada a la taza, con lo que calculó que llevaba allí sentada unos dos años. Los servicios de urgencia la sacaron con una palanca.
Al comprobar el estado de la mujer, el novio no tuvo más que reconocer lo que había ocurrido. Contó que ella había pasado allí todo ese tiempo porque quería. Él le llevaba comida y agua. "Con sus actos, ella pareció apoyar lo que él decía, pues cuando la encontramos al principio rehusó que viniera una ambulancia", ha contado el alguacil Bryan Whipple.
"Ante la seriedad de la situación, llamamos a la ambulancia de todos modos, pero ella no se quería marchar", agregó el alguacil.
La Policía local estudia ahora la posibilidad de presentar cargos contra el novio por maltrato a un adulto y está también a la espera de que un estudio psiquiátrico aclare la situación mental de la mujer y el nivel de dependencia hacia su pareja."
Con esta noticia de inodoros e indolencias, me viene a la memoria cuando mi querido Emmanuel iba al baño del Colegio Mayor con cinco comics, un par de revistas y algún libro. Le solíamos decir que pasar tanto tiempo en el baño no era bueno. Si Emmanuel entraba en el servicio con sus lecturas, sabíamos que no le volveríamos a ver hasta dentro de un par de horas. El caso es que él disfrutaba, y cada vez que tiraba de la cadena era un hombre más sabio y más feliz.
Es curioso como algunas personas son capaces de situar su remanso de paz en el inodoro, en el que reflexionan sus únicos minutos al día, y se encuentran a sí mismos entre otras acciones más mundanas. Curioso también notar como otros muchos se evaden y desconectan del mundo en el interior de sus pequeñas burbujas de loza y azulejo. Las personas crean, maquinan, conspiran entre la fría calidez del mármol, es innegable. Con los pantalones en el suelo se han acabado carreras universitarias y compuesto grandes sonetos, pero resulta para mí difícilmente concebible la hazaña de esta mujer americana y su apego al retrete. Me afloran multitud de interrogantes sobre este enigmático caso, pero son demasiado chabacanos como para plantearlos aquí.
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1 comentario:
Frutino,
Me ha hecho gracia el episodio de Empanuel y el baño. Pero todavía era mejor el episodio de Manuel Hormigas no utilizando nunca el baño de su planta...
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